Un Nuevo Colegio
Tras meses de esfuerzo y trabajo, las familias promotoras y el primer equipo directivo del Colegio dieron finalmente con un terreno, la chacra La Esperanza, que se encontraba en pleno campo, al lado del río Mapocho y a los pies del cerro Alvarado. El lugar estaba lleno de árboles, tenía una casa blanca grande y otra más pequeña, que se ocupaba para guardar herramientas agrícolas.
Tras meses de reuniones, cursos de formación para los nuevos profesores y profesoras, arreglos y la construcción de un edificio nuevo de dos pisos, las clases comenzaron relativamente tarde en 1970, el lunes 30 de marzo. Los alumnos fundadores del Tabancura fueron 278, los que se distribuyeron en cursos que iban de kínder a 8° básico.
El Tabancura de los inicios era literalmente un campo sin límites ni rejas. En los recreos los niños se subían a los árboles, hacían guerras de piedras o jugaban fútbol. Otras veces, en los meses de calor, se bañaban en el río, por lo que la campana -que actualmente se conserva en este mismo edificio-, se tocaba dos veces antes de volver a clases: la primera, para salir del río, secarse y cambiarse; la segunda, para volver a la sala. En esos años, eran tradicionales las regatas por el Mapocho en cámaras de auto o de tractor.
Juan Cox fue el primer director. Por entonces hacían clases profesores y profesoras, muchas de las cuales eran mamás jóvenes del colegio. En esos años aparece la revista “Sexto Setenta”, se hacen los primeros viajes de estudio al norte y las primeras catequesis, llega el Liceo Los Andes -lo que obligó a compartir patios e instalaciones con ellas hasta 1978-, San Josemaría visita el colegio, se construyen la pista de atletismo y la cancha de fútbol y ganamos nuestro primer Interescolar. Fueron años inolvidables.
1980 – 1990
Un Nuevo País
Tras la década fundacional, en los ochenta el Tabancura inicia un segundo período, caracterizado por la consolidación del proyecto educativo iniciado en 1970. En él se renuevan los equipos de trabajo, se realizan ajustes en el ámbito académico, se consolida la infraestructura inicial y comienzan nuevos proyectos sociales. El colegio mejora y madura, sobre todo desde un punto de vista académico y pedagógico, de la mano de Diego Ibáñez, el nuevo director.
Esta segunda etapa es heredera, de alguna forma, del ambiente y espíritu de orden y transformación que se vivió en el país durante toda la década del 80. En el plano material, en los alrededores del colegio desaparecen las vacas y se construyen nuevas casas. El primer Tabancura, poco a poco, termina de construirse: aparecen nuevos laboratorios y el audiovisual (1982), la sala de conferencias (1986), una nueva portería (1988) y se remodela la Casa Blanca (1989).
En los ochenta llegan nuevos profesores que trabajarán por largo tiempo en la institución y dejarán su huella en muchas generaciones. El colegio pone un acento especial en la lectura y en las humanidades, y se consolida en los primeros lugares nacionales de la Prueba de Aptitud Académica (PAA). Los alumnos de I° a IV° medio comienzan a usar todos los días chaqueta y corbata como uniforme en 1982, y en 1987 aparece el nuevo escudo, con los “tres barcos navegando”.
En 1984 los profesores dan vida a un gran proyecto social: el colegio Tabancura Vespertino, con clases para adultos entre 7° y IV° medio. En 1985 reaparecen los viajes de estudio al norte y en 1987 vuelve a celebrarse el día del colegio, el mismo año en que el papa Juan Pablo II visita nuestro país. A fines de la década comienza a hacerse la “Kermesse” buscando recaudar fondos para el viaje de estudios. Poco a poco empieza a consolidarse el “espíritu del colegio”.
1990 – 1999
La tercera década del Tabancura, un colegio ya consolidado académicamente, está marcada por cambios en tanto en infraestructura como en el liderazgo de la institución. Al mismo tiempo, debe adecuarse a las transformaciones sociales y culturales que se operan por entonces en el país.
El gran cambio se produce con el crecimiento del Colegio a tres cursos por nivel a mediados de esa década. En 1995, durante la celebración de los 25 años, se da a conocer el llamado “Proyecto de Reconstrucción del Colegio Tabancura”, que buscada dar un salto desde la precariedad de las primeras construcciones para dar cabida a nuevos edificios acordes a los tiempos y las actuales necesidades pedagógicas. Tras definirse un proyecto arquitectónico, en 1996 comienzan a demolerse los primeros pabellones, para dar paso a los nuevos edificios. En 1997 comienzan las clases en el “nuevo Tabancura” y se construye la nueva pista de atletismo de recortán.
Uno de los hitos de aquella década fue la visita que hizo al Colegio el prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría, los días 23 y 30 de agosto de 1997. Tuvo dos tertulias multitudinarias al aire libre. En la cancha de fútbol podía verse un gran escenario, a los pies del cual se instalaron muchas sillas y graderías. Participaron en ellas miles de personas. Desde el escenario, monseñor Javier Echevarría animó a todos a rezar por el Romano Pontífice y secundar sus enseñanzas. Propuso a los presentes defender las raíces católicas del país; se refirió a la televisión y exhortó a los padres de familia presentes a buscar modos de influir positivamente en el contenido de los programas, pensando en el bien de sus hijos y de toda la sociedad. Se refirió largamente a la familia y animó a los esposos -los primeros educadores- a quererse y a comprenderse.
Otro de los hitos importantes fue el cambio de director. Tras dieciocho años liderando el Colegio, en 1997 Diego Ibáñez dejó la dirección del Tabancura. Fue nombrado entonces en su cargo un joven Ingeniero Civil Industrial de 27 años: Santiago Baraona González. Nacido el 12 de diciembre de 1970, había estudiado en el Colegio Sagrados Corazones de Manquehue. Bajo su impulso y el del resto de los miembros del consejo de dirección de entonces, el colegio comenzó poco a poco a transformarse.
Una de las innovaciones importantes de aquella década fue el nacimiento -o renacimiento-, de las academias. Hicieron su aparición de la mano del Consejo de Dirección y del Centro de Padres. En un comienzo estuvieron a cargo de los profesores Roberto Soto y Felipe Fica. La idea surgió, como se hace ver en la revista del colegio de 1997, buscando un “sistema que hiciera posible fomentar el desarrollo de ciertas habilidades de los alumnos, que complementaran la formación general entregada por el Colegio”. Su éxito fue tan grande, que en 1998 llegó a haber más de 500 inscritos en las distintas actividades que se ofrecían por entonces.
En el ámbito social, en 1991 se realizan los primeros trabajos de verano con alumnos en Chiloé y se retoma la costumbre de las catequesis de los sábados, esta vez en la localidad de Corral Quemado. Un año después, en 1992, comienza en el Tabancura la costumbre de realizar una procesión eucarística para la fiesta del Corpus Christi, la que continuará celebrándose ininterrumpidamente hasta hoy. En el ámbito deportivo, aunque los resultados en atletismo no eran los esperados, en 1998 el Colegio -con la ayuda de las alumnas del Huelén- consiguió el primer lugar en barras ambos interescolares, lo que trajo, como era de esperar, un gran ambiente a la institución.
2000 – 2009
La cuarta década del Tabancura está marcada por una especie de rejuvenecimiento del Colegio. A la nueva infraestructura se suman nuevos equipos directivos, nuevos profesores y un creciente número de alumnos. La institución vuelve a liderar competencias deportivas importantes y a ganar las barras en el interescolar de atletismo. El naranjo -que suele representar la alegría y la creatividad- pasa a ser un nuevo color institucional, que se hará presente en múltiples actividades de esta década. El mundo, en tanto, sigue su marcha imparable de progreso tecnológico y social.
El colegio ve poco a poco consolidarse su infraestructura. A los nuevos edificios que se habían inaugurado en 1997 se incorporarán desde 2002 una nueva entrada y portería, un nuevo comedor, un nuevo auditorio -que tomará la forma y muchos de los materiales del antiguo comedor- y sobre todo un nuevo oratorio, consagrado en noviembre de 2003. Poco tiempo antes, en octubre de 2002, el papa Juan Pablo II había canonizado en Roma a San Josemaría, el fundador del Opus Dei, quien había sido uno de los impulsores del nacimiento del Colegio. En recuerdo suyo, un grupo de mamás logran rehacer el año 2004 el gobelino que había estado en el comedor durante su visita a Chile.
Las academias, que había comenzado a fines de la década anterior, se afianzan como actividades importantes y de gran aporte a los alumnos. Para el año 2001, ya existían veinte academias con varios centenares de alumnos inscritos en ellas: atletismo, joven científico, juegos predeportivos, teatro infantil, computación, introducción a la arquitectura, pequeño periodista, pequeña orquesta, fotografía, huerto y jardinería, explorador y campamento, construcción e inventos, origami, excursionismo y teatro «La Bodega». El colegio se hará particularmente fuerte en “Debates”, actividad nacida al alero de la “Academia de Filosofía”; el año 2004, luego de tres años y tras 17 debates, el Tabancura ganaría 16 de ellos a otros colegios.
Otro de los grandes hitos artísticos del Colegio en esta década, que se sumaba a los avances en la academia de teatro -cada vez más importante- y a la consolidación de la revista literaria, fue la aparición de la orquesta. Nació el año 2006, impulsada por la familia Vial Undurraga y por Catalina Barros, con la ayuda del profesor Aníbal Pizarro. Su objetivo inicial fue, en un área poco usual hasta entonces, familiarizar con música de cámara a los alumnos y sus familias. Cerca de cincuenta alumnos entre tercero y octavo básico se decidieron a participar en esta nueva aventura musical.
Otros de los hitos de esta década tuvieron que ver con diversas actividades de extensión que, poco a poco, se fueron realizando. Hubo tocatas para alumnos, familias y conciertos con destacados invitados. El año 2001 actuaron en el Tabancura Eduardo Gatti y Beatlemanía, mientras que el 2002 visitó el Colegio el grupo Illapu y, un año más tarde, Kike Neira.
Esta década fue, que duda cabe, una de las buenas décadas en la vida deportiva del colegio. Además del atletismo, poco a poco se fueron potenciando el fútbol, el vóleibol, el basquetbol y el rugby. El 2000 el Tabancura comenzó a competir en la Liga de fútbol la Universidad Católica en las categorías intermedia y superior, lo que significaba pasar a la primera división del fútbol escolar. El 2001 fue el año de la consagración en el Colegio en el “deporte rey”, logrando importantes triunfos en las categorías Intermedia y Superior. El segundo semestre de 2001, con 23 jugadores -casi todos de IV° medio-, nació el equipo “All Penguins”. El año 2002, tras 16 años, el Tabancura volvió a ganar un Interescolar de Atletismo, hecho que se repitió en 2007. Un año antes, en 2006, el Colegio decidió implementar un nuevo Proyecto Deportivo. En él, el rugby, el basquetbol y el fútbol se transformaron en deportes oficiales de la institución.
Entre el 2000 y 2009 hubo cambios en el consejo de dirección, al que entraron nuevas personas. Además, hubo cambio de director el año 2007, siendo reemplazado Santiago Baraona por Jorge Álvarez. Este último, nacido el 31 de diciembre de 1962, era agricultor de profesión, tenía varios hijos en el Colegio y llevaba ya diez años trabajando en Consejo de Dirección.
2010 – 2020
Camino a los cincuenta años, el Tabancura llega en su última década a una etapa de madurez institucional. En este período se producen cambios en los equipos directivos y en el profesorado. Atendiendo a las grandes transformaciones socioculturales que ocurren en el país y en el mundo, y con la mirada puesta en el futuro, el Tabancura también cambia, pero sin dejar de lado sus raíces ni perder la vista en el proyecto educativo original que le dio vida en 1970.
En estos diez años, el Colegio es liderado por tres personas distintas: Jorge Álvarez (2008-2012), Jorge Montes (2013-2015) y Santiago Baraona (2016-2020), quien vuelve tras haber dejado el colegio a fines de 2007. Desde su llegada, los dos pilares sobre los cuales se buscó sustentar la formación que impartía el Tabancura a sus alumnos, según sus propias palabras, fueron: “primero, la necesidad de tener convicciones personales arraigadas, que se hayan forjado en un ambiente de libertad; y el segundo es la certeza, adquirida con la práctica, de que el objetivo de nuestra vida es servir”. A la luz de lo anterior se tomaron una serie de medidas -algunas muy innovadoras- que significaron cambios en lo que se venía haciendo hasta ese momento: comenzaron las dobles jefaturas en el segundo ciclo, se fortalecieron las tutorías, se fomentó activamente la buena convivencia en los cursos, se promovió la libre asistencia a la catequesis sobre los sacramentos; se organizaron y difundieron diversos proyectos asociados a lo que se llamó “revolución en el servicio” y se siguieron impulsando las actividades artísticas y deportivas que promovieran en los alumnos la paciencia y la perseverancia.
Los últimos años son una década de recambio, en la que muchos profesores, administrativos y auxiliares emblemáticos se jubilan tras muchos años en la institución. Entre muchos otros, dejan el colegio José Véjar, Memo Santana, Fernando Villarroel, Edgard Rojas, Nilz Bustamante, Cristián Larraguibel, Edgardo Vidal, Julio Rodríguez, Gustavo Mery, Rafael Mira, Manuel Paillán, Hernán Cavero, Humberto Sariego y Patricio Vergara. Al mismo tiempo, llega sabia nueva a los patios y salas de clases de calle Las Hualtatas.
Otro de los hitos institucionales relevantes de esta etapa fue el que se buscó sintetizar toda la formación que entregaba el Tabancura en cinco “sellos” o “huellas” que debieran quedar marcadas en cada uno de los alumnos que hubieran pasado por el Colegio. Los cinco sellos eran: trabajo bien hecho, coherencia cristiana, espíritu de servicio y buena convivencia, espíritu deportivo y, finalmente, cultura y expresión artística. Era una manera simple y didáctica de resumir lo que la institución venía tratando de entregar a sus alumnos desde sus comienzos, en marzo de 1970.
En el ámbito del “espíritu de servicio y buena convivencia”, con el impulso del papa Francisco, tras su visita a Chile nace en 2018 el proyecto “Rostros”, detrás del cual se agrupan un gran número de iniciativas sociales o tendientes a fomentar la buena convivencia: sábados familiares, campaña del kilo, curso servicio y liderazgo, visitas de misericordia, puertas abiertas, reforzamiento interno, creando sellos, catequesis de confirmación, recreos entretenidos, trabajos sociales, copa solidaridad, visitas al jardín «no me olvides», catequesis a San Juan Capistrano, Volando en V, semanas entretenidas y catequesis de confesión y primera comunión, entre otros.
En el ámbito deportivo, el 2015 fue un año excepcional para el atletismo del Colegio, mientras que el 2018 fue el año de la consagración definitiva del coro del tras su gira por Europa Central.
El Tabancura cumple en 2020 cincuenta años de vida con muestras claras de solidez institucional.